EL CORAZÓN DEL HOMBRE ES EL QUE DEBE HACERSE RICO, NO SUS ARCAS.

CICERÓN
EN UN MUNDO INJUSTO, EL QUE CLAMA POR LA JUSTICIA, ES TOMADO POR LOCO.

LEON FELIPE

Jesús es mi Luz, mi vida y mi Salvación El Señor es mi Pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valles de sombras de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.

¿ ACASO TRATAN USTEDES A LOS POBRES COMO BASURERO, DANDOLES AQUELLO QUE YA NO PUEDEN USTEDES USAR O COMER ? COMO ESTO NO PUEDO YA COMERMELO, SE LO VOY A DAR AL POBRE. MARIA TERESA DE CALCUTA

NO TEMAS, PIENSA Y EXPRESATE EN LIBERTAD


DOCTRINA

DOCTRINA
ES NECESARIO RECREAR TODA LA DOCTRINA REVOLUCIONARIA DEL NACIONALSINDICALISMO A PARTIR DE ESAS PREMISAS IRRENUNCIABLES SIN LAS QUE LA FALANGE NO SERÍA TAL: HUMANISMO PERSONALISTA, PATRIOTISMO DINÁMICO Y REVOLUCIONARIO, SINDICALISMO REVOLUCIONARIO DE AUTOGESTIÓN, COMUNALISMO SOCIAL” Javier Iglesias

SEAMOS SERIOS

SEAMOS SERIOS
JAMÁS DA EL ALMA HUMANA MEJOR PRUEBA DE FORTALEZA Y NOBLEZA QUE CUANDO RENUNCIA A LA VENGANZA Y PERDONA UNA OFENSA

CUANDO EL SABLE ESTÉ ENMOHECIDO Y EL ARADO RELUCIENTE, LAS PRISIONES VACIAS Y LOS GRANEROS LLENOS, LAS ESCALERAS DE LOS TEMPLOS VACIAS Y LAS DE LOS TRIBUNALES CUBIERTAS DE HIERBA, CUANDO LOS MEDICOS MARCHEN A PIE Y LOS PANADEROS A CABALLO, ENTONCES ESTARÁ BIEN GOBERNADO EL IMPERIO. Y MIENTRAS TANTO SE SIGUE FUSILANDO A JOSE ANTONIO

domingo, 27 de diciembre de 2009

EL NACIONALSINDICALISMO COMO ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


(Texto de la conferencia pronunciada por Jorge Garrido San Román el 7 de mayo de 2005 en la sede de Falange Española de las JONS de Valladolid)

EL NACIONALSINDICALISMO COMO ALTERNATIVA AL CAPITALISMO

Analizar el nacionalsindicalismo como alternativa real y posible al sistema económico capitalista requiere hacer un pequeño sacrificio: estudiar el capitalismo y sus fallos fundamentales. Esta tarea nos servirá para comprender mejor la necesidad de un nuevo sistema económico y monetario mucho más justo, un sistema que no puede ser otro que el sindicalista del que explicaré las características fundamentales. Además de esto, terminaré mi exposición apuntando una serie de ideas en un terreno totalmente inexplorado en el nacionalsindicalismo: cómo realizar una transición económica desde el capitalismo.

Para empezar se impone definir con brevedad, pero al mismo tiempo con precisión, lo que es el capitalismo. Sus defensores siempre dan de él unas definiciones que sólo resaltan los aspectos positivos del mismo y que suelen omitir los negativos. El Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson nos da una definición cuanto menos curiosa: “La capacidad de los individuos para poseer capital y beneficiarse de él es lo que da su nombre al capitalismo”. Ésta es la definición que nos ofrece en su universalmente conocida obra “Economía”, texto fundamental en todo el mundo y con el cual yo mismo estudié economía en la universidad. Samuelson nos plantea en su definición dos cosas que deberían movernos a la reflexión. En primer lugar nos habla de una supuesta posesión privada del capital que resulta engañosa por muchas razones: confunde la propiedad privada con la propiedad capitalista (que como veremos más adelante es esencialmente anónima); da por sentado un derecho general a la posesión del capital y a beneficiarse de él por parte de todos los individuos, lo cual poco o nada tiene que ver con la dinámica capitalista que opera precisamente en sentido contrario; etc. Se trata, pues, de un sofisma que, sin embargo, no oculta una realidad que sí es típicamente capitalista: el individualismo, el egoísmo individual como nota esencial y definidora de dicho sistema económico. Para los nacionalsindicalistas, empero, esta definición no es en absoluto aceptable por insuficiente y parcial.

El capitalismo es un sistema económico basado en la supremacía del capital, siendo el dueño de éste el titular de los medios de producción. Se trata pues de un régimen de propiedad social basado en la “sociedad anónima” que no da valor al trabajo como fuente ineludible de producción y propiedad, sino como uno más de los factores de la producción.

La base de todo ello está, por un lado, en el sistema de salariado, y por consiguiente en la relación bilateral del trabajo, y por otro, y como consecuencia lógica, en el sistema de interés.

El mercado libre se propugna como la fórmula ideal de distribución de los productos y de fijación de los precios según la ley de la oferta y la demanda, y surge “la bolsa” como lugar en el que compran y venden las acciones, obligaciones, deuda pública y divisas.

La agonía del liberalismo, especialmente tras el crack de 1929, supuso la introducción de mecanismos ajenos a la filosofía liberal (variante keynesiana), pero que se mostraron imprescindibles para apuntalar el sistema económico capitalista. Es así como se acepta el papel del Estado como un agente activo en la economía para la corrección de los desajustes.

Algunas aclaraciones necesarias

Pero llegados a este punto conviene aclarar una serie de conceptos como el de economía, así como que otros como los de capitalismo, liberalismo, neoliberalismo, libre mercado o globalización económica no son ni muchísimo menos equivalentes.

La economía, según la definición académica del ya citado Paul A. Samuelson, “es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos”. Sin embargo esta definición, por muy académica que sea, es sumamente imperfecta desde el momento mismo en que se ciñe al concepto de escasez. Es cierto que hay bienes escasos, como es el caso de los metales preciosos, pero no es menos cierto que otros bienes son abundantes (recordemos que los alimentos que se producen en el mundo, por ejemplo, no sólo son más que suficientes para alimentar a todos los habitantes del planeta, sino que incluso se destruyen excedentes para mantener los precios del mercado de los mismos dentro de ciertos límites; en este caso lo relevante no es la escasez, sino el problema de la distribución). Y no sólo eso, el profesor Samuelson (y todos los economistas que siguen sus planteamientos) sostiene que si lo relevante no fuera el concepto de escasez, los bienes serían gratuitos, lo que es a todas luces falso. Con sus ejemplos de las arenas del desierto o del agua del mar como bienes abundantes, y por ello no económicos, olvida algo esencial: un bien económico puede ser abundante e incluso ilimitado y, al mismo tiempo, ser un bien económico. Para ello basta con que el acceso a ese bien tenga ciertas limitaciones, como es el caso de la misma arena cuando se necesita para la construcción (lo que requiere su transporte, distribución, etc.) o del agua no sólo potable, sino incluso la misma marina cuando se necesita y debe ser desalada, por ejemplo. Además, ¿cómo puede decirse que los bienes ilimitados son por definición bienes no económicos? Eso significaría, por ejemplo, que las energías renovables e ilimitadas (la solar, la eólica, la maremotriz, etc.) estarían al margen de la economía, lo cual es absurdo. Además, la definición clásica de la economía no resalta como es debido un aspecto fundamental: el aumento de la productividad lleva consigo un aumento constante de la producción de bienes económicos. Y es que una cosa es la escasez y otra muy diferente las limitaciones de la producción y del acceso a los bienes, lo cual no significa que necesariamente esos bienes no existan y deban ser producidos o que sean escasos.

Respecto al liberalismo económico, tiene su origen en 1776, cuando Adam Smith publicó su libro “Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, donde estudia los mecanismos de fijación de precios, el funcionamiento del mercado (donde él ve la “mano invisible” que extrae un bien común del interés particular de los individuos, es decir, que del egoísmo individual –extraña virtud, la verdad, y que él reconoce como motor de la economía- surge el equilibrio que trae el bien común), etc… A él siguieron J.B. Say, quien en 1803 formuló la “ley de los mercados” que lleva su nombre y según la cual la oferta crea su propia demanda cuando los precios varían para equilibrar la demanda y la oferta agregadas, D. Ricardo (1817), J.S. Mill (1848) y A. Marshall (1890).

Estos pensadores liberales sostienen que los precios y los salarios son flexibles, por lo que la economía se desplaza muy deprisa a un equilibrio a largo plazo. Creen que los salarios y los precios flexibles eliminan rápidamente cualquier exceso de oferta o demanda y restablecen el pleno empleo y la plena utilización de la capacidad. La política macroeconómica no puede desempeñar ningún papel corrector de las perturbaciones reales, pues eso sería introducir elementos extraños que alterarían las leyes económicas, pero sí puede, mediante la política monetaria y fiscal, influir en el nivel de precios y en el PIB real.

El liberalismo tuvo una época de indudable esplendor, pero acabó degenerando en el fenómeno del capitalismo salvaje (el capitalismo en realidad es muy anterior, al menos en sus características esenciales), incumpliendo incluso sus propios principios (estaba lejos ya aquel idílico mercado libre con numerosas ofertas y demandas y pronto se tendió a la concentración de capitales y a las empresas precio-determinantes; de la misma manera, la teoría clásica del valor, que afirmaba que las medidas del valor son el trabajo –esfuerzo empleado en la producción de un bien- y el cansancio –lo que se ahorra uno con el uso de ese producto -, pronto se vio superada por la realidad de un mercado que no tenía muy en cuenta esas medidas).

De esta distinción entre liberalismo y capitalismo nace en buena medida la nuestra entre propiedad privada y propiedad capitalista. Recordemos que José Antonio Primo de Rivera consideraba que mientras la propiedad privada era un atributo elemental humano, una proyección directa del Hombre sobre sus cosas, la propiedad capitalista era exactamente lo contrario: la propiedad inhumana, anónima y explotadora de los que se llevan sin trabajar la mejor parte de la producción (los intereses, los dividendos, las rentas, etc.), utilizando el capital no como un instrumento al servicio de la producción, sino como un instrumento técnico de dominación económica que alcanza la categoría de factor fundamental de la producción, y con unos supuestos derechos propios que le elevan incluso por encima del trabajo.

En cuanto al neoliberalismo, es una tendencia actual a volver a aquellos principios del pensamiento liberal, dada la insuficiencia del sistema para encontrar soluciones a problemas de la envergadura del paro, la inflación, etc…, soluciones que no se encuentran y que se pretenden encontrar a cambio de grandes sacrificios. Se trata pues de una política económica, no de un sistema económico (como lo es el capitalista).

Respecto al libre mercado, ya hemos dicho que es una fórmula de distribución de la producción y de fijación de los precios, por lo que tanto podría haber una intervención estatal en ese mercado (regulándolo o actuando como un agente económico activo) dentro del sistema capitalista, como podría darse un modelo de mercado en un sistema no capitalista. Por ello rechazamos la tendencia que hay en muchos economistas a distinguir los sistemas económicos según sean “de libre mercado” o “de dirección central”. Eso es elevar lo que no es sino una característica más, pero no esencial, a la consideración de elemento clave diferenciador.

En cuanto a la globalización (aunque la palabra mundialización parece más correcta), no se trata sino de un fenómeno de internacionalización de la economía cada vez mayor, pero que no deja de ser un proceso comenzado hace mucho tiempo –nada novedoso pues -. Por eso resulta un poco ridículo eso de ser “antiglobalización”. ¿Qué quiere decir eso, que se está a favor de la autarquía, de una internacionalización mínima, o que se es anticapitalista? ¿Porqué no llamar a cada cosa por su nombre? Claro que los “antiglobalizadores” lo que en realidad quieren no es que las naciones sean libres e independientes, sino que se realice una globalización distinta y a su gusto. Evidentemente son personas que viven alejadas de la realidad y que en realidad le están haciendo el juego a los grandes capitalistas y a su modelo uniformador de la humanidad (lo que por otra parte tampoco parece responder a los principios democráticos que unos y otros dicen defender).

Otra aclaración fundamental que conviene tener presente es la distinción entre empresario y capitalista. El empresario es aquel que con su talento emprende y dirige un negocio, pero que no deja de ser un trabajador más. El capitalista es el que fundamenta su título de propiedad de los medios de producción en el hecho de ser el dueño del capital. El capitalista puede ser empresario al mismo tiempo (cosa muy normal), pero no siempre es así. De hecho en la economía actual es cada vez más frecuente ver a empresarios no capitalistas que actúan como meros gestores contratados por una junta de accionistas. Para nosotros el empresario es un trabajador más y es, por lo tanto, necesario para la empresa. El capitalista no.

Otro concepto que, llegados a este punto, conviene aclarar es que no hay un único tipo de crecimiento, sino al menos tres: el exponencial (es el que sigue el sistema monetario actual basado en el interés y el interés compuesto, y supone un crecimiento de magnitudes cada vez mayores), el lineal o mecánico (es un crecimiento constante) y el natural (crecimiento rápido inicial que se va desacelerando y termina estabilizándose en lo cuantitativo, aunque pueda seguir aumentando en lo cualitativo). La dinámica capitalista exige un crecimiento monetario de tipo exponencial (lo cual a largo plazo es insostenible) para poder retroalimentarse y, en cambio, el nacionalsindicalismo necesariamente tendrá que entrar en una dinámica de crecimiento económico de tipo natural.

La sociedad anónima

El progresivo triunfo del maquinismo supuso la aparición de nuevas formas de propiedad. Desplazada la propiedad privada tradicional, se hacía necesaria la aportación cada vez mayor de capital fijo para sostener la gran industria, y la sociedad individual se ve relegada a un segundo plano por la sociedad mercantil. Hay muchos tipos de sociedad mercantil:

A) Sociedad colectiva: Los socios pueden aportar trabajo o capital y su responsabilidad es personal, solidaria e ilimitada. Su capital está dividido en participaciones sociales.

B) Sociedad cooperativa: Los socios se autoemplean (cooperativas de trabajo) o se organizan para autoabastecerse de bienes o servicios (cooperativas de consumo o de servicios), bajo unos principios de organización democráticas, pudiendo ser la responsabilidad limitada o ilimitada.

C) Sociedad anónima laboral: La mayor parte de los socios son trabajadores fijos y éstos poseen la mayoría del capital, quedando la responsabilidad limitada a las aportaciones.

D) Sociedad comanditaria: Los socios sólo aportan bienes, derechos o dinero y su responsabilidad se limita a la aportación, quedando reservada la representación de la empresa sólo a los socios colectivos que responden de forma personal, solidaria e ilimitada.

E) Sociedad de responsabilidad limitada: Hay un número limitado de socios y su responsabilidad se limita a la aportación realizada.

F) Sociedad anónima: Los socios aportan cualquier derecho de contenido patrimonial y el capital, que es lo único que da derecho a la propiedad de los medios de producción, está dividido en acciones. Éstas son títulos al portador, lo que permite su fácil enajenación y el anonimato de los propietarios. Existe un capital mínimo para su constitución y los socios sólo responden de su aportación.

Las especiales características de la sociedad anónima la convirtieron en el medio ideal para la creación de las grandes empresas; con ella el hombre ya no es el propietario; ahora la propiedad es una abstracción representada por trozos de papel (las acciones), algo impersonal, sin rostro ni sentimientos.

Sin embargo, el desarrollo de la sociedad anónima ha servido también para establecer de forma cada vez más clara la separación entre los capitalistas (los propietarios de las acciones) y los empresarios (directivos, hombres de empresa contratados para gestionar y dirigir la labor empresarial). Éste es uno de los fenómenos más significativos del capitalismo moderno y confirma nuestras ideas acerca de la armonización de empresarios, técnicos y obreros, siendo todos ellos trabajadores en un mismo plano frente a los parásitos capitalistas (lo que no significa que no sea imprescindible el capital, sino sólo que éste debe ser suministrado de forma alternativa para poder cumplir su función social).

El salariado

El sistema de salariado es la base del sistema capitalista. El salario es el precio del trabajo. El trabajo se compra y se vende a un precio determinado. No es el fruto del trabajo lo que se vende, sino el trabajo en sí mismo, ya que se considera que el fruto del trabajo nunca forma parte del patrimonio del trabajador al haber comprado el capitalista su trabajo a priori. Muestra de ello es el hecho de que, aunque los resultados de la producción fueran negativos, el trabajador seguiría teniendo derecho a cobrar su salario.

Para nosotros resulta evidente que en el sistema de salariado el trabajador se vende a sí mismo. No en vano el contrato de salariado tiene su origen en el arrendamiento de esclavos romano. La cruel expresión “mercado de trabajo” no hace sino reflejar la imperante idea del trabajador como un elemento más de la producción, como un factor productivo que se compra y se vende. Por eso nosotros rechazamos tal expresión de forma rotunda y sin reservas.

Conviene aclarar que el “salariado” es el nombre de este sistema retributivo, que el “asalariado” es la persona que lo padece, y que el “salario” es la retribución propiamente dicha.

El sistema de salariado sustituyó al sistema de compañía, anterior y mucho más justo. El sistema de compañía se fundamenta en la idea de que todos los que aportan algo (capital, conocimientos, trabajo) deben ir a partes iguales tanto en pérdidas como en ganancias. Es un sistema que respeta más la dignidad humana que el de salariado, pero tiene inconvenientes como el de poner capital y trabajo en un mismo nivel y, sobre todo, que el obrero no puede esperar a que la empresa gane ni puede vivir cuando la empresa pierde.

En cuanto al sistema de salariado, los falangistas no podemos dejar de calificarlo como inmoral, disolvente y antieconómico.

Es inmoral porque el trabajador se vende a sí mismo, lo que atenta gravemente contra la dignidad humana.

Es disolvente porque establece una relación bilateral de trabajo que divide a la sociedad en dos grupos: el de los que venden su trabajo y el de los que lo compran.

Finalmente, es antieconómico porque el asalariado se siente completamente desligado de la función que realiza, del fruto de su trabajo (lo que los marxistas llaman “alienación”).

La plusvalía

La plusvalía es la diferencia de valor entre el producto manufacturado y lo que costó su fabricación (materias primas, energía, etc.). Es, en definitiva, el valor añadido o beneficio bruto (no hay que confundirlo con la tasa de ganancia, que es la relación entre la plusvalía y la composición orgánica del capital, entendiendo por tal la relación entre el capital constante y el variable), y en el actual sistema queda en manos del capitalista.

Para nosotros, en cambio, la plusvalía es fruto de la producción, y por lo tanto no es creación del capital, sino del trabajo. El capital por sí mismo no genera plusvalías. Necesita la intervención del trabajador para tener un valor añadido y por eso creemos que él es su legítimo propietario.

Sin embargo no sería correcto afirmar que nosotros queremos que esa plusvalía se abone directamente al trabajador. José Antonio, que habló inicialmente de asignar la plusvalía “al productor encuadrado en sus Sindicatos” (21-XI-35), precisó más adelante sus palabras, posiblemente influido, según el economista Juan Velarde Fuertes, por los ataques que recibe el concepto de plusvalía por parte de los economistas y por el hecho de que un sistema fiscal progresivo en relación con uno muy adelantado de servicios y seguros sociales consigue de igual modo un reparto eficaz, aunque tal afirmación resulte más que cuestionable a la vista de la realidad. Y es que, en cualquier caso, no parece muy serio un reparto de dinero líquido de esas dimensiones, con unas posibles consecuencias desastrosas para la economía (inflación, devaluación de la moneda, etc.), aunque también es cierto que las consecuencias con un sistema monetario distinto al actual podrían ser distintas, algo difícil de evaluar con rigor a priori. Por eso José Antonio, sin por ello contradecir sus palabras anteriores, precisa que “la plusvalía de la producción debe atribuirse no al capital, sino al Sindicato Nacional productor” (30-IV-36). Así esa plusvalía será administrada en beneficio directo de los trabajadores a través de su Sindicato, pudiendo ser empleado para labores de capitalización, financiación, obras sociales, etc., pero no suponiendo su reparto directo –aparte de la cantidad destinada a la retribución del trabajador, claro está-. En este sentido fue muy interesante la “Ley de Propiedad Social” de la empresa en el Perú de Juan Velasco Alvarado a finales de los años setenta del pasado siglo XX.

El cáncer del interés

El hombre, olvidando el origen y la finalidad del dinero, pronto encontró en él otra manera de vivir sin trabajar: prestar al que no tiene. Así nació la dictadura del dinero, es decir, el capitalismo financiero anónimo y explotador. Claro que en realidad nadie vive sin trabajar, ya que quien vive de tal manera lo que realmente hace es vivir del trabajo de los demás.

De poco sirvió la ofensiva que desde la Antigüedad se emprendió contra lo que se denominó “usura”. Aristóteles (quien dijo: “Hay una rama de semejante industria digna de la execración general, y es el tráfico de dinero que saca ganancia de la moneda violentando su oficio. El signo monetario fue inventado para facilitar las permutas; pero la usura lo hace productivo por sí mismo, porque así como un ser engendra otro ser, así la usura es moneda que engendra moneda. Con mucha razón se ha reputado esta especie de industria por la más contraria de todas a la naturaleza”), Platón, Cicerón, Catón, Plutarco o Séneca fueron algunos de los ilustres pensadores que la condenaron sin paliativos, lo mismo que todas las grandes religiones. Así los judíos tienen prohibida la usura entre ellos, aunque siguiendo sus preceptos sí que la pueden practicar con aquéllos que consideran enemigos. Por ello apelan siempre al versículo que dice: “Al extranjero podrás prestar a interés, mas a tu hermano no prestarás así” (Deuteronomio 23,21), así como a otros del Levítico.

Siguiendo el precepto evangélico de Jesucristo (“haced el bien y prestad sin esperar remuneración”, Lucas 6,35 –la argumentación contraria que algunos esgrimen apoyándose en Mateo 25, 14-30 carece de la solidez necesaria al comparar un mandato de Cristo con las palabras que en una parábola dice un judío que, lógicamente, se guía por las anteriores palabras del Deuteronomio-), la Iglesia condenó siempre la usura, extendiendo a toda la cristiandad la prohibición canónica -que había sido sancionada en el Concilio de Nicea (año 325)- en 443, siendo Papa León I el Magno. Hasta tal punto fue condenada esta práctica que el Concilio de Letrán (1179) dispuso con total claridad: “nosotros ordenamos que los usureros manifiestos no sean admitidos a la comunión, y que, si mueren en pecado, no sean enterrados cristianamente, y que ningún sacerdote les acepte las limosnas”. El propio Papa Alejandro III agravó la severidad de las penas llegando a dictaminar la nulidad de los testamentos de los usureros (en esa época lo relativo a la liquidación de las herencias se hallaba bajo la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos).

Santo Tomás de Aquino (siguiendo en buena medida los argumentos de Aristóteles), en su “Tratado de la Justicia” dice que el préstamo con interés, “lo cual se llama usura”, es injusto e inmoral. Es injusto porque “se vende lo que no existe”, ya que el dinero sólo sirve “para hacer las conmutaciones”. Es por ello que “está uno obligado a restituir el dinero que ganó por usura”, ya que sólo hay que devolver tanto como se prestó. En cuanto a su inmoralidad, está claro que la usura se basa en la necesidad del prójimo, con quien hay que practicar la caridad. Por eso “quien da el interés que le exige el usurero, no lo da voluntariamente de suyo, sino presionado por la necesidad, en cuanto necesita recibir el préstamo que no le concedería quien tiene el dinero, a no ser mediante una ganancia usurera”.

En 1745 el Papa Benedicto XIV volvería a recordar la validez de esta doctrina, al igual que lo harían más tarde Pío VIII (1829-1830) y Gregorio XVI (1831-1846), pero la realidad es que se trataba de una época en la que sus condenas caían ya en saco roto. La realidad económica capitalista se iba imponiendo inexorablemente y a partir de entonces la Iglesia, que no puede permanecer ajena a dicha realidad, adapta su condena a la usura –que permanece plenamente vigente en la actualidad- de tal forma que en la práctica se permite en determinadas circunstancias y con ciertas condiciones, y siempre por razones extrínsecas al contrato (de otro modo, en un entorno capitalista como el actual un católico apenas podría desenvolverse y además, salvo que se cambiara el sistema económico, el bien común podría verse afectado si determinados grupos sociales –caso de los católicos- se automarginaran de las prácticas económicas generales), siendo principalmente las siguientes: el daño emergente (privación del prestamista), el lucro cesante (beneficios que se podrían haber obtenido invirtiendo el dinero), el riesgo posible (peligro de no poder recuperar lo prestado), la ley civil (se supone que regula el ámbito económico en orden al bien común), y la pena convencional (multa o penalización al prestatario por su morosidad notable y culpable, aunque en todo caso debe ser moderada y proporcionada a la culpa). Con estas argumentaciones la Iglesia diferencia en la actualidad el interés –que excusa, pero no justifica- de la usura, pasando ésta a ser la práctica abusiva en la exigencia de intereses.

En esta evolución, por paradójico que pueda parecer, tuvo una importancia decisiva la herejía protestante, y muy en concreto Calvino, quien consideraba que la moralidad de la exigencia de intereses dependía de las circunstancias de cada caso concreto y de cada época. Con ello abrió una puerta que ya no ha podido ser cerrada, pues su exigencia de que los intereses debían ser moderados no dejaba de ser otra apreciación subjetiva, y por lo tanto variable y opinable según las circunstancias. El primero que se decidió a traspasar la puerta que abrió Calvino fue C. Salmasius (1588-1653), quien en su obra “De la usura” defendió la idea de que el préstamo con interés es en realidad un arrendamiento de dinero y que éste es vendible, siendo su precio el que se determine por la libre voluntad de las partes.

Después de él fue William Petty quien en 1662 (“A Treatise of Taxes and Contributions”) argumentó que si alguien dispone de dinero querrá obtener con él el mismo rendimiento que el que hubiera obtenido de haberlo invertido en tierra. Con ello Petty pretendía vincular la existencia del interés a la renta de la tierra (argumento insuficiente para los falangistas, ya que también abogamos por la cancelación del pago de estas rentas). También incluyó el argumento del riesgo: cuanto más elevado es el riesgo más justificado está el interés alto como una suerte de seguro que compense los impagos.

Pero sería Turgot quien en su obra “Memoria sobre los préstamos de dinero” haría la crítica más completa a la condena del interés. Él asume los argumentos anteriores, pero añade otros que no pueden obviarse. El primero consiste en aceptar que si bien no puede exigirse la devolución de algo de valor mayor al de lo que se prestó, el valor es algo que sólo lo puede determinar la persona que libremente acepta el contrato; en segundo lugar afirma que el prestador da dinero a cambio de una simple promesa, y ese retardo debe ser compensado con el pago de un interés (esto enlaza con la idea desenterrada por Böhm-Bawerk, en su “Historia de las Teorías del Interés”, de considerar al interés del dinero como un “precio del tiempo”, ya que en realidad sólo se cobra en función del tiempo transcurrido, como si el tiempo fuera propiedad particular del prestamista); en tercer lugar Turgot sostiene que todas las cosas son susceptibles de alquiler, y no sólo aquéllas cuyo uso se diferencia de la cosa en sí misma, dado que en todos los casos el propietario cede el uso de la misma y lo recupera más tarde; en cuarto lugar, Turgot afirma que el prestatario no es el dueño del dinero hasta que no lo ha pagado (es decir, hasta que no lo ha devuelto con su correspondiente interés); y finalmente considera que el dinero que se presta y el que se devuelve no son cosas exactamente iguales, lo que justifica en base a que en tal caso no tendría sentido solicitar un préstamo.

Para los nacionalsindicalistas resulta sencilla la refutación de todas estas argumentaciones desde el momento en que proponemos un sistema económico distinto al capitalista. Los argumentos de la Iglesia que excusan –sin por ello legitimar, no lo olvidemos- el interés pierden su sentido en un entorno económico en el que el incentivo al capital sea otro (en ese contexto la exigencia de intereses atentaría contra el bien común de forma absolutamente incuestionable). Y respecto a los argumentos de Salmasius, Petty y Turgot, hay que reconocer que tienen un fundamento sólido, pero sólo en un entorno económico capitalista donde, por definición, tanto la propiedad privada como el propio dinero se han degenerado respecto a su verdadera naturaleza (a fin de cuentas los billetes no dejan de ser meros pagarés sin valor real, como luego veremos).

Para empezar es un error considerar el dinero como propiedad privada (el dinero es un bien público que emite el estado para facilitar las actividades económicas, pero en realidad no tiene apenas valor intrínseco: su valor está en los bienes reales que lo respaldan), lo que significa que una cosa es su posesión y uso, y otra su propiedad (de la misma manera que nadie puede apropiarse de una autopista o de un embalse –por utilizar un símil joseantoniano-, y mucho menos exigir a otros un precio por su uso); el argumento del riesgo tampoco parece suficiente teniendo en cuenta la exigencia de garantías reales que acompaña a los préstamos; en cuanto al precio del tiempo…¿cómo puede venderse algo así y quién es su legítimo propietario?; el argumento de que el valor de las cosas lo determina uno mismo cuando es libre, aún dándolo por válido resulta inaplicable al caso, pues está claro que quien pide un préstamo lo hace normalmente empujado por una necesidad, lo que en cierta forma le coacciona (ya José Antonio denunció esto cuando criticó las libertades formales del estado liberal); y respecto a lo de que el dinero que se presta y el que se devuelve no son exactamente iguales, tiene razón Turgot: se devuelve una cantidad mayor… Lo que se esconde detrás de este último argumento no es sino una falacia, ya que lo que realmente pretende es compilar en él la mayor parte de los anteriores argumentos.

Lo cierto es que en un entorno económico libre de intereses y con la banca nacionalizada, el dinero cumpliría únicamente el fin para el que nació, por lo que el sentido que los anteriores argumentos tienen en el sistema capitalista no sería aplicable y carecerían de sentido.

Los efectos perniciosos del interés en la economía real

Hasta aquí hemos visto como el dinero, inserto en la dinámica capitalista, se convierte en un instrumento técnico más de ejercer el dominio, tal y como denunció José Antonio (ejemplificándolo de forma magistral en su discurso del 17-XI-35), pero conviene analizar con más detalle hasta qué punto la existencia de intereses en la economía resulta un problema más que otra cosa. Veamos por qué.

Para empezar hay algunos errores muy comunes sobre el interés que conviene aclarar.

El primer error importante consiste en creer que los intereses sólo se pagan en los préstamos. Lo cierto es que en todo precio se paga un interés encubierto: el coste del capital (suele ser entorno al 50% del precio final, por lo que un sistema económico libre de intereses permitiría mantener el nivel de vida trabajando la mitad o bien trabajando lo mismo tener el doble de riqueza –siempre que sea capaz de asegurar la circulación monetaria).

También es un error creer que los intereses son iguales para todos, cuando lo cierto es que alrededor del 80% de la población paga más intereses de los que recibe, un 10% recibe ligeramente más, y tan sólo el otro 10% recibe casi todo lo que paga de más el 80% (datos de Alemania). Es el sistema de intereses lo que mantiene el proceso de concentración de la riqueza, con lo que hoy está claro que la plusvalía, cuyo origen está en la producción, se distribuye más en la fase de circulación de bienes y servicios –y cada vez en mayor medida en la del dinero-.

La especulación es la causa fundamental de que el volumen de dinero utilizado en el mundo para las transacciones sea hoy entre 15 y 20 veces mayor de lo realmente necesario para financiar el comercio internacional real.

Tampoco es cierto que las subidas salariales sean la principal causa de la inflación, pues el interés, como hemos visto, incide mucho más. No olvidemos tampoco que el Estado recurre muchas veces a la inflación para paliar sus deudas, pero a costa de ese 80% de la población que paga más de lo que recibe y que no puede invertir en valores resistentes a la inflación al mismo nivel que el 10% más rico.

Sólo el crecimiento económico exponencial logra que la mayor parte de la población soporte las deficiencias del sistema económico basado en el interés.

Ciertamente, el interés es el fundamento del actual sistema monetario, pero al mismo tiempo es también su mayor problema, ya que obliga a un crecimiento monetario de tipo exponencial. En efecto, el interés compuesto hace que el dinero se duplique a intervalos regulares (a un 1% se duplica en 72 años; a un 3% en 24; a un 6% en 12; a un 12% en 6; etc.) y eso hace matemáticamente imposible el pago continuado de intereses. ¿Cómo se soluciona esta evidente contradicción? Pues recurriendo a la injusticia social, a la expoliación de los países subdesarrollados, a la sobreexplotación de la naturaleza, a las guerras -que suponen negocios por un lado y por otro destrucción para poder volver a empezar-, a las crisis más o menos periódicas que sirven para reconducir una situación insostenible, etc.

Para acabar con todos esos problemas es necesario, pues, instaurar un nuevo sistema monetario libre de la servidumbre del interés pero que tenga otro mecanismo eficaz para garantizar la circulación monetaria y, al mismo tiempo, facilitar el intercambio de bienes y servicios, el ahorro y el préstamo algo que puede hacerse estableciendo una tasa de uso o de circulación al dinero.

Fallos del sistema económico capitalista

José Antonio, aceptando los análisis marxistas, puso en evidencia el fracaso social del capitalismo y su fracaso técnico. Las causas de su fracaso social son:

A) La aglomeración del capital, producida por la gran industria que, aparte del capital variable, necesita grandes cantidades de capital fijo (instalaciones, maquinaria, etc.), capital que sólo puede amortizar produciendo en grandes cantidades a precios muy bajos (lo que arruina las pequeñas industrias y termina por absorberlas).

B) La proletarización: la aparición del problema social, es decir, de la relación bilateral del trabajo con todo lo que eso supone de inmoral, disolvente y antieconómico.

C) La desocupación: generada por el desplazamiento del hombre por la máquina y por el fenómeno del subconsumo.

En cuanto a su fracaso técnico, las causas son:

D) Crisis periódicas: son intrínsecas al propio sistema. Sus contradicciones internas provocan la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (la superproducción y la saturación de los mercados intensifican la competencia; el pleno empleo fortalece las reivindicaciones obreras aumentando los “costes laborales”, etc.) lo que provoca cierres y despidos (lo que a su vez supone una caída de la demanda), es decir, crisis. Sin embargo, pese a que las causas de las crisis son endógenas, las causas del crecimiento siempre son exógenas, es decir, ajenas a la propia esencia del sistema capitalista.

E) Necesidad del Estado: la insuficiencia del sistema ha hecho necesaria la intervención estatal para buscar una salida a la incapacidad de la demanda para hacer frente a la superproducción intrínseca a la naturaleza acumulativa del capitalismo. Así pronto se pasó de aquél liberalismo que no quería intervencionismo del estado a la necesidad de que éste le lanzara un salvavidas, salvavidas que está provocando la crisis fiscal del Estado que se explica en el punto N.

F) Fin de la libre concurrencia: la naturaleza acumulativa del capitalismo (causa A) tiende a poner la producción en manos de unas cuantas entidades poderosas. Esta tendencia al oligopolio hace imposible aquél libre mercado idílico de los liberales y aparecen incluso las denominadas “empresas precio-determinantes” (aquellas con un dominio tal de la oferta que pueden sustraerse de la ley de la oferta y la demanda y establecer los precios que más les interesen).

Pero hay otras muchas causas del fracaso capitalista:

G) El subconsumo: se produce cuando los capitalistas no logran vender las mercancías en sus valores de producción, dado que ésta crece más rápidamente que la demanda. En estos casos sólo hay dos opciones: o se prosigue saturando el mercado de productos que no es capaz de absorber, lo que hace caer la tasa de ganancia y provoca la crisis, o el propio sistema controla la producción, manteniendo recursos ociosos, lo que deriva en estancamiento. El subconsumo es inevitable en el sistema capitalista por serle intrínseco, y sólo se puede solucionar con un adecuado proceso de planificación.

H) La naturaleza abstracta del dinero y el cáncer del interés: el dinero ha dejado de estar respaldado por un valor real. Hoy sólo se basa en la confianza. El sistema basado en el interés, lo cual ya de entrada lastra el sistema monetario e impide que el dinero pueda cumplir con su misión, se ha visto agudizado con este proceso de desnaturalización, aunque es necesario resaltar que tampoco el patrón oro respondía a lo que tenía que ser el dinero: la plasmación monetaria de la producción real. Y es que todo lo que no sea respaldar el dinero con la producción real, es decir, con el trabajo, es un error.

I) Las patologías sociales en el interior del sistema: el sistema capitalista se basa en la presunción del comportamiento racional del hombre, pero éste se mueve muchas veces por impulsos; no consume siempre que puede; hay muchos marginados del sistema; hay mucho “consumo asistido” por el Estado; el paro estructural es ineliminable por los métodos habituales y hay una gran cantidad de asistencia social, lo cual, a largo plazo, puede acabar reduciendo profundamente el consumo y traer una tremenda crisis.

J) La burocratización del Estado: dada la complejidad de la sociedad moderna, el Estado se muestra cada vez más lento e ineficiente para legislar y gestionar adecuadamente la economía.

K) La frontera ecológica: las necesidades expansivas de la economía capitalista nos han llevado a un nivel tal de contaminación del planeta, que ya no es posible sobrepasar mucho más y que, necesariamente debe actuar como límite al crecimiento, al menos que se lleve a cabo una ambiciosa y costosísima política ecológica.

L) La mundialización de la economía: su objetivo ha sido especializar a los países pobres en determinados ramos de producción, evitando su autosuficiencia al depender de la tecnología y las manufacturas “occidentales”, al tiempo que los organismos internacionales de que se sirve el capitalismo (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio) obligan a esos países a unas políticas de ajuste permanentes que no sirven sino a los intereses de los más ricos. Es la nueva versión del colonialismo, sólo que más cruel, pues más de 800 millones de personas se mueren de hambre mientras se trata de limitar la producción de alimentos o, incluso, se llega a la eliminación de “excedentes” para no alterar las sacralizadas leyes del mercado. Increíble, pero cierto.

M) La injusticia social: es la consecuencia de todo lo anterior, de las desigualdades que el keynesismo ha pretendido eliminar en las economías occidentales, pero que el fenómeno de la mundialización (lo que con menos propiedad llaman algunos “globalización”) ha internacionalizado, reproduciendo aquellos problemas, en origen locales o nacionales, a nivel mundial. Es decir, que como no era posible eliminar el problema, se ha recurrido a su exportación.

N) La crisis fiscal del Estado: James O´conor ha estudiado este fenómeno partiendo de la idea de que el capitalismo es una forma de producción de suma cero (afirmación, todo hay que decirlo, sólo parcialmente correcta), es decir, que las ganancias de unos se producen a expensas de lo que otros pierden (lo que suele ser cierto en el modo de producción capitalista, aunque no en todos los casos). Así el sistema, para mantenerse, tiene que recurrir al Estado, cumpliendo dos funciones fundamentales:

1.- De legitimación: con el objeto de mantener la paz social.

2.- De acumulación: con el objeto de mantener la rentabilidad del capital.

Pero todo esto amenaza con resquebrajarse, ya que, por un lado la clase trabajadora necesita una cantidad creciente de gasto social y el Estado acaba por no poder hacer frente a esos gastos de legitimación; y por otro lado el Estado llega un momento en que ya no puede favorecer la acumulación de capital privado, cayendo los beneficios, los salarios y la inversión. Entonces se busca una salida en la colaboración aún más estrecha entre el Estado y el capital privado. Es en ese momento cuando el fenómeno de las privatizaciones supone la asunción por parte del capital privado de funciones tradicionalmente reservadas al Estado y de la realización de los grandes proyectos de infraestructuras (fenómeno de vivísima actualidad en España).

El nacionalsindicalismo

Una vez hemos examinado el capitalismo y sus principales fallos como sistema económico, llega el momento de exponer, aunque sea brevemente, la que, hoy por hoy, se presenta como la única alternativa real y total a ese sistema. No voy a exponerlo en detalle, pues ello llevaría demasiado tiempo, pero al menos sí quiero dar una completa visión de conjunto. Eso sí, en cualquier caso hay que tener en cuenta que la Revolución Económica no es sino sólo una parte de la Revolución Nacionalsindicalista, una revolución que aspira a implantar una verdadera Justicia Social, pero siempre sobre la base de la primacía de lo espiritual, que es al fin y al cabo lo que da verdadero sentido a nuestra existencia. Partiendo de ello, podríamos resumir el modelo económico nacionalsindicalista en los siguientes puntos:

- La soberanía nacional siempre será ficticia si no viene acompañada de una efectiva y real soberanía económica. Esto no es sinónimo de autarquía, sino de independencia. No se trata de dejar de comerciar ni de aislarnos del mundo, sino de poder tomar las medidas económicas y monetarias que, sin necesidad de perjudicar a los países más desfavorecidos, mejor convengan a nuestra nación. Este tipo de medidas en el sistema capitalista siempre suponen perjuicio para otros, pero entiendo que en un sistema económico sindicalista no sería así, ya que la explotación que no permitiremos aquí tampoco la vamos a practicar de cara al exterior. Otra cosa es que no permitir nuestra explotación económica pueda perjudicar a los explotadores… Recuperar nuestra soberanía económica y monetaria resulta, pues, un deber ineludible para nosotros.

- Creemos que el Hombre debe ser el eje sobre el que gire todo el sistema y, por tanto, es el Hombre la referencia obligada también en economía. La economía debe servir para mejorar la vida del Hombre, y no puede ser el Hombre el que esté al servicio de la economía, como sucede en la actualidad.

- Creemos, pues, que partiendo del Hombre, debe ser su trabajo -con su doble sentido material y espiritual- la base y el fundamento de la economía, el mayor título de dignidad social -debiendo tener preeminencia sobre los demás aspectos de la economía (capital, etc.)-, y debiendo ser considerado no sólo como un derecho, sino también como un deber social. El vago y el zángano no tienen cabida en nuestro modelo de sociedad.

- Rechazamos la propiedad capitalista: la propiedad de los bienes debe ajustarse a la lógica derivada de la doble finalidad de los mismos, individual y social. Ello nos lleva a propugnar los siguientes tipos de propiedad: individual (bienes de uso y consumo), familiar (vivienda, pequeño negocio, etc.), comunal o municipal (pastos, cotos, etc.), sindical (empresas, organismos de asistencia sociolaboral, etc.) y nacional (recursos naturales, empresas estratégicas y militares, etc.).

- El Sindicato Vertical (unitario y aglutinador obligatorio y democrático de todos los trabajadores: directivos, técnicos y obreros) será el órgano económico sobre el que se fundamentará todo el entramado económico; estará organizado por ramas de producción y con criterios geográficos (ámbitos comarcales, provinciales, regionales y nacional); así mismo tendrá el rango oficial de Órgano Autónomo del Estado y tendrá presencia en todos los órganos de participación política (y en todos los niveles), junto con las demás entidades naturales y de convivencia social que deben encauzar la verdadera (y, por lo tanto, orgánica) representación del pueblo en las instituciones.

- Los medios de producción (y la plusvalía) serán de quienes directamente los utilizan para trabajar a través del Sindicato de Empresa.

- La planificación económica del Gobierno, como norma general y salvo situaciones excepcionales, sólo puede ser indicativa, correspondiendo la planificación general de la producción al Sindicato Nacional.

- El mercado mixto (es decir, intervenido pero no dirigido) será el método de distribución de los productos (lo que limitará la planificación), aunque se estimularán las cooperativas de distribución y consumo (en ello tendrán un especial interés los propios trabajadores, por lo que es de suponer que el Sindicato pondrá un especial empeño en su promoción).

- Se nacionalizarán:

· El sistema monetario.

· Todo el sistema bancario.

· Todos los recursos naturales.

· Las empresas de interés nacional.

· Los servicios públicos.

· Los seguros.

- La política monetaria estará basada en el dinero natural (sin intereses, con tasa de uso y con respaldo basado en el trabajo y en la productividad real), lo que favorecerá la reducción de costes (en este caso del capital) y la competitividad (aparte de posibilitar una realista reducción de la jornada laboral, algo no factible en el sistema actual, pese a los avances de la técnica, por culpa de la propia dinámica capitalista).

- La capitalización de la empresa se realizará a través de las aportaciones de los propios trabajadores, de la Banca Sindical (cuyos fondos se nutrirían de la parte de la plusvalía destinada a tal fin y del ahorro de los propios trabajadores, que necesariamente se canalizarían a través de ella) y de subvenciones (en caso de situaciones económicas difíciles, por interés nacional y siempre de forma excepcional, podrían autorizarse los préstamos personales con derecho a un interés pactado y sin derecho a propiedad; los préstamos personales sólo serían lícitos en esas situaciones para ser concedidos a quienes se les hayan negado los oficiales y las subvenciones; los préstamos personales sin interés superior al IPC serían lícitos en todo caso, claro).

- Reforma Agraria sobre la base de la reordenación del campo siguiendo una búsqueda racional de unidades económicas de cultivo y suprimiendo de inmediato el pago de las rentas para, posteriormente, expropiar las tierras para asignárselas a los agricultores según cada caso (desde la propiedad individual a la sindical, pasando por la familiar y la comunal o municipal), ya que cada tipo de explotación agraria tiene sus propias características.

- Las competencias sobre protección social del trabajador serán del Sindicato Nacional, aunque el Estado estará obligado a actuar siempre de forma subsidiaria para así evitar que puedan producirse situaciones de desamparo.

- El Estado atenderá a los parados involuntarios mientras estén en dicha situación, aunque exigiéndoseles contrapartidas (realizando tareas de interés social o nacional) para no estar subvencionando el paro voluntario sin pretenderlo.

Una transición posible hacia el nacionalsindicalismo

Un tema sobre el que ningún economista que defienda el nacionalsindicalismo se ha atrevido a tratar con un mínimo de rigor, es el difícil tema de cómo realizar una transición económica desde el capitalismo. Yo modestamente me he atrevido a esbozar una serie de ideas al respecto. Espero y deseo que algún economista con más capacidad y conocimiento se atreva a recoger el guante y profundice más y mejor en tan difícil tarea. Nada me gustaría más.

Desde mi punto de vista dos son las posibilidades de transición del sistema capitalista al sindicalista: la revolucionaria y la reformista.

David Scheweikcart, en su libro “Más allá del capitalismo”, publicado en España en 1997, planteó una hipotética transición en EE.UU. hacia lo que él llama la “Democracia Económica”, y que no es otra cosa que una economía autogestionaria basada en el cooperativismo. Si bien la realidad económica de los EE.UU. y la Democracia Económica no son idénticas a la realidad española y a nuestro modelo de sindicalismo, hay grandes similitudes, por lo que su estudio, con las debidas adaptaciones, resulta muy útil.

1.- Transición reformista: Es lo que Scheweickart llama “vía lenta” y supone una transición progresiva consistente en la adopción de doce medidas fundamentales:

A) Creación de cooperativas, ya sea partiendo de cero o transformando las empresas ya existentes. No sería algo repentino, sino algo a fomentar para que se vaya generalizando poco a poco.

B) En un primer momento se aumentarían por medio de leyes la participación en la gestión y en los beneficios de las empresas.

C) Reforzamiento del papel del movimiento sindical para que actúe como motor del cambio.

D) Control social de la inversión de la siguiente forma:

1.- Sustituyendo las rentas de la propiedad como fuente de los fondos de inversión por impuestos.

2.- Obligando al capital a invertir en su región.

3.- Obligando a los inversores a dar prioridad a lo acordado democráticamente en las empresas frente a las prioridades del mercado.

E) Puesta en práctica de una política monetaria de bajos tipos de interés que beneficie a la producción y rebaje la presión de la deuda pública.

F) Establecimiento de un impuesto de uso sobre la actividad del capital (en lugar de gravar el consumo o la renta).

G) Impedir y castigar las previsibles fugas de capital.

H) Aumento progresivo de la participación obrera en la gestión y en los beneficios hasta llegar al 100% en ambos casos, pero no la propiedad. Ésta seguirá siendo de los mismos capitalistas, pero será finalmente un título sin valor ninguno.

I) Creación de una red de bancos públicos municipales o comarcales.

J) Políticas proteccionistas y reducción del comercio con el exterior, enfocando la producción hacia el interior (en otros países el sistema de salariado supone una competencia injusta).

K) Supresión progresiva del salariado.

L) Traspaso de los fondos privados de pensiones (que son ingentes sumas de dinero invertidas en los mercados de valores) a la Seguridad Social, lo que garantizaría esas pensiones y pondría en manos del Estado la propiedad de gran parte de la riqueza productiva de la nación.

A estas doce medidas parece necesario añadir otra que Scheweikcart no contempla, pero que parece necesaria como continuación lógica y necesaria de la medida E, tal y como apunta Margrit Kennedy (“Dinero sin inflación ni tasas de interés”):

M) Transformación del sistema monetario sustituyendo el interés por la tasa de uso o de circulación (el dinero libre de intereses tendría una tasa de crecimiento natural), lo que evitaría los problemas inflacionistas y la consiguiente devaluación de la moneda.

Pero esta transición reformista plantea demasiados problemas. En primer lugar tropezaríamos con la resistencia de los capitalistas, que intentarían fugarse con sus capitales y cerrar sus empresas antes de que su título de propiedad no tenga valor. Además, actualmente el movimiento sindical no tiene el vigor necesario para ser motor del cambio y no es partidario de la autogestión obrera, ya que, según ellos, acaba con la solidaridad y la conciencia de clase y supone el fin de los sindicatos tradicionales y sus prebendas.

Además este cambio progresivo en un solo país , si bien es posible, será difícil si se le añaden los demás problemas y hay hostilidad exterior. El fenómeno de la mundialización económica (lo que otros llaman “globalización”) haría necesario, antes de comenzar con las reformas, un aumento del ahorro interno, cambiar las pautas y los montos de consumo tanto privado como público y tener controlados los mercados financieros. Hay que añadir las dificultades que pueden surgir en caso de un ataque financiero desde el exterior, aunque España, en caso de hundimiento de su moneda tiene la ventaja de que vería revaluadas sus reservas de divisas (abundantes gracias al turismo), si bien este efecto sólo tiene una incidencia importante a corto plazo.

Finalmente, las políticas proteccionistas perjudican la innovación tecnológica y a los países subdesarrollados que ven reducidos sus mercados. Todo esto hace pensar a Scheweickart que, si bien es posible, tal reforma es sumamente improbable, pues ningún partido político podría concitar durante el tiempo necesario el apoyo preciso para culminarla.

2.- Transición revolucionaria: Se trataría de un cambio radical y repentino que no permita ni vueltas atrás ni frenos a causa de las dilaciones reformistas (en estas situaciones las vueltas atrás y las revoluciones a medias tienen siempre consecuencias mucho peores que cualquier otra alternativa). Debería constar de dos primeras fases, según el nivel de prioridad de las medidas, y otra de consolidación, aunque antes se haría necesaria una fase previa de preparación enfocada a garantizar el suministro necesario de materias primas, energía y alimentos (para lo cual sería preciso establecer las oportunas alianzas político-económicas con los países que pudieran asegurarnos dichos suministros), así como a aumentar el ahorro interno y las demás medidas previas ya apuntadas en el modelo de transición reformista. Después de esta fase previa de preparación ya podríamos afrontar las fases de la transición propiamente dicha.

· Primera fase (primeros días de la transición):

A) Medidas previas de control del ahorro interno y de control de los mercados financieros (bloqueo temporal de cuentas no corrientes, suspensión de las cotizaciones en Bolsa, etc.).

B) Supresión del pago de todas las rentas.

C) Autogestión inmediata de todas las medianas y grandes empresas, pero manteniendo los directivos temporalmente.

D) Nacionalización del sistema bancario y de los seguros.

E) Establecimiento de una política arancelaria proteccionista como precaución comercial.

F) Ajustes secundarios: Habría que tratar por separado las hipotecas de vivienda, las rentas de alquiler y los créditos al consumo, habría que adoptar medidas como el traspaso a la Seguridad Social de los planes de pensiones privados que dependen de ingresos accionariales; se compensaría a los pequeños accionistas y rentistas para evitar la enajenación de miles de acciones y obligaciones; etc.

· Segunda fase (siguientes semanas y meses):

A) Supresión del salariado.

B) Proceso de sindicalización de las empresas.

C) Estructuración del sindicalismo vertical y territorial.

D) Pago de indemnizaciones a los antiguos propietarios a base de los beneficios que vayan generando las empresas.

E) Posible reducción del comercio con el exterior, reduciendo las importaciones y creando nuevos hábitos de consumo si es necesario (Krugman ha demostrado en 1990 que si se redujera el comercio mundial un 50%, la renta mundial sólo se reduciría un 2´5%).

F) Creación de un impuesto sobre el uso de los activos de capital (para compensar la falta del ahorro por la supresión de los tipos de interés y para reducir la inflación).

· Tercera fase: Sería en realidad una continuación de la segunda (incluyendo el nuevo sistema monetario –medida M de la transición reformista- como continuación lógica de la medida F de la fase anterior) y culminaría con la adopción de todas las medidas necesarias para completar el sistema nacionalsindicalista.

Las consecuencias de esta transición revolucionaria en la primera fase no serían tan perniciosas como las de la reformista, pues no se da tiempo a los capitalistas a defenderse cuando aún están fuertes. Al día siguiente de la Revolución casi todos seguirían trabajando en lo mismo que antes y los directivos seguirían dirigiendo las empresas. Se seguiría fabricando y vendiendo como antes y sólo se quedarían en paro los capitalistas y los financieros. Los verdaderos efectos se empezarían a notar al final de la segunda fase, pero los instrumentos de poder y de control económico estarán ya en manos del Estado y del Sindicato. Un cambio similar al descrito Scheweickart lo ve como posible, pero no factible si no se dan unas circunstancias revolucionarias. En una democracia liberal no es posible tal perspectiva (ya se vio en la Suecia de 1976).

Lo importante es que el pueblo desee el cambio y lo apoye. Un pueblo dispuesto a producir riqueza puede salir adelante por encima de todas las dificultades que, sin duda se le opondrán.

En buena medida los problemas ya planteados se mostrarán de forma permanente, pero su incidencia será cada vez menor a medida que se superen las fases iniciales de la transición revolucionaria, pero dependería mucho de la hostilidad que puedan mostrar las demás naciones y los centros de poder económico mundial. Un hipotético bloqueo económico podría tener efectos desastrosos si incluyese a los países que nos exportan energía y materias primas.

Sería preciso enfocar la política energética hacia la autosuficiencia, especialmente desarrollando las energías alternativas, pero hay que ser consciente de que, hoy por hoy, la autarquía es inviable. Tendríamos que intentar no marginarnos totalmente del comercio internacional (pese a que en buena medida posiblemente haya que hacerlo) y optimizar los recursos nacionales. Pero, la verdad es que no es posible establecer claramente todas las consecuencias económicas de la aplicación del nacionalsindicalismo en un medio hostil. Dependería ya de cuestiones de política internacional ajenas a la propia economía, pero con indudable incidencia en ella.

Lo que no podemos cuestionar los falangistas es que la sustitución del capitalismo por un sistema económico más justo es una alta tarea moral absolutamente necesaria. Sostener otra cosa es un delito de lesa humanidad.

Jorge Garrido San Román

Valladolid, 7 de mayo de 2005

viernes, 25 de diciembre de 2009

INDICE DE MISERIA


No somos campeones de la «champions league»,
pero sí del «índice de miseria»
[16.diciembre.2009] La agencia de calificación crediticia británica Moody’s sitúa a España en el país líder en «índice de miseria», barómetro que incluye como principales inputs el desobitado déficit fiscal y el índice de paro, por delante de países como Grecia, Letonia, Lituania y Grecia. El informe, titulado «Abróchense sus cinturones: llegan turbulencias», augura un año 2010 poco hañagüeño para nuestro país.
Moody’s opera en España desde 1987, si bien se estableció en Madrid en 1993. Actualmente Moody’s califica en nuestro país a 20 empresas, 31 entidades financieras, 14 gobiernos centrales, regionales y locales y 2 compañías de seguros

jueves, 24 de diciembre de 2009

ALIANZA DE CIVILIZACIONES


Así funciona el «diálogo
de civilizaciones» en Cunit [Tarragona]
[22.diciembre.2009] Según informaba el rotativo «Diari de Tarragona» el pasado sábado, 19 de diciembre, la mediadora cultural de la localidad costera de Cunit [Tarragona] denunció al imán de muncipicio, a la esposa y a la hija de éste, así como al presidente de la Asociación Islámica de Cunit por las coacciones que, ella y su marido, vienen soportando desde hace más de un año.
Según el Juzgado de Instrucción n. 1 de El Vendrell [Tarragona] «la intención de éstos [los denunciados] es que [la coaccionada] deje su puesto de trabajo, considerando que el hecho de vestir de forma occidental —sin el velo islámico—, que se relacione con españoles no musulmanes, que sus hijos se relacionen con otros niños españoles no musulmanes, y que esté al margen de la comunidad islámica la hace merecedora del reproche de éstos y de la comunidad islámica de Cunit».
Los islamistas denunciados, a lo largo de más de un año, han presionado a la alcaldesa de Cunit —Judith Alberich, del PSC—, para que ésta cesara a la mediadora de su puesto de trabajo. Los denunciados llegaron incluso a agredir a la mediadora y a su marido, hecho que, casualmente, fue presenciado por el propio juez de Cunit, quien ha declarado que oyó al imán insultar a la pareja, a los que acertó a ayudar para que pudieran refugiarse en un bar.
El citado juez señala en su auto que el imán y el presidente de la citada Asociación «pretenden controlar la vida de los miembros de la Comunidad Islámica, que las mujeres se queden en casa, que los niños tengan la educación que ellos les dan en las Mezquitas».
Página electrónica de «Diari de Tarragona» [www.diaridetarragona.com

miércoles, 23 de diciembre de 2009


SINDICALISMO Y PARLAMENTARISMO

Aunque no suele ser noticia mediática de gran vuelo, uno de los fenómenos sociológicos más importantes de las últimas décadas es la profunda crisis cualitativa y cuantitativa que atraviesa el sindicalismo. Crisis de identidad, de militancia, de afiliación, de espíritu combativo, de irradiación pública, de convocatoria, de credibilidad



HELENO SAÑA
Disminuye en todo caso el número de asalariados que ingresan en un sindicato y crece en cambio el de los que se abstienen de hacerlo. Ello reza en primer lugar para los EEUU, pero también para los países europeos con una gran tradición sindicalista, entre los que se encuentra el nuestro. Eso explica que incluso los sindicatos mayoritarios sean cada vez más minoritarios. Lo que queda de sindicalismo militante está ciertamente en condiciones de organizar todavía huelgas y enfrentarse con mayor o menor éxito al Estado o a las patronales, pero en líneas generales es hoy una pálida sombra de lo que fue en sus tiempos heroicos.



El poder que los sindicatos han perdido ha pasado en gran parte a manos de los partidos políticos socialistas, socialdemócratas y laboristas. Ambas fuerzas formaban en el pasado una gran familia unida, hoy viven cada vez más alejadas unas de las otras.



Los partidos de izquierda fueron una creación de las clases trabajadoras, y no a la inversa, aunque entre sus militantes figurasen también algunos intelectuales o representantes de las profesiones liberales. Pero la última palabra la tenían los trabajadores, y no los diputados que los sindicatos enviaban al Parlamento. Todo esto es agua pasada.



Nada es más elocuente en este contexto que el escaño de diputado a Cortes que el secretario general de la UGT ha mendigado a la cúpula del PSOE para uno de los suyos con el objeto de defender mejor los intereses de la militancia ugetista. La iniciativa de Cándido Méndez demuestra por lo menos dos cosas: la debilidad de su sindicato y el reconocimiento tácito de la jefatura del PSOE, algo inconcebible no ya en los tiempos de Pablo Iglesias, sino también en los de Nicolás Redondo, quien, además de enfrentarse a la política vergonzosamente procapitalista y antiobrera de Felipe González, votó contra la integración de España en la OTAN. Y en 1987 subrayó su independencia y su firmeza de carácter renunciando -con Antón Saracibar- a su escaño parlamentario en señal de protesta por la orientación antisocial de los Presupuestos Generales del Estado.


A lo que estamos asistiendo desde hace tiempo es al paso del sindicalismo al parlamentarismo, una mutación histórica que va unida al aburguesamiento de la izquierda histórica y a su ruptura casi total con los ideales emancipativos de antaño



Aunque los votantes de los partidos socialistas y socialdemócratas proceden en buena parte de las clases trabajadoras, sus representantes en el Parlamento son en su inmensa mayoría hombres y mujeres «de carrera», especialmente abogados, los cuales, como sabía Max Weber, constituyen el estrato profesional más apto y más hábil para dominar la retórica parlamentaria.


Los antiguos sindicatos socialistas y socialdemócratas eran organizaciones de clase que exigían no sólo mejoras salariales y laborales inmediatas para sus afiliados, sino que a largo plazo aspiraban a sustituir el capitalismo por un sistema socioeconómico más justo y más acorde con su visión emancipativa de la historia, la sociedad y el hombre.


Desde hace tiempo han renunciado a este ideal y aceptado la estrategia empresarial de la «partnership», un pacto que ha conducido a un paulatino deterioro de las condiciones de trabajo y de vida de las clases trabajadoras y a la hegemonía cada vez más implacable del capitalismo desregulado y salvaje que hizo su aparición con Margaret Thatcher y Ronald Reagan y que entretanto se ha convertido en el signo distintivo de la economía global.



Los resultados de este proceso regresivo están a la vista de todo el mundo: empleos precarios y mal pagados, paro masivo y crónico, «dumping» salarial, «working poor», marginación social, beneficios cada vez más escandalosos del «big business» y pensiones muy por debajo del índice de subsistencia. Estos son los amargos frutos del papel hegemónico y casi monopolista que el parlamentarismo desempeña en el seno de lo que queda de izquierda histórica. Por su origen social y profesional, sus privilegios materiales y su mentalidad elitista, los representantes de los partidos socialistas y socialdemócratas tienden, con pocas y honrosas excepciones, a servir más al sistema que a las clases obreras, empezando por el ilustre inquilino de La Moncloa.

martes, 22 de diciembre de 2009

EMPANADA DE LAICIDAD


Empanada de laicidad
Hay una gran diferencia entre dejarse seducir por mundos nuevos y no saber de qué mundo venimos
Pilar Rahola | 21/10/2009 | Actualizada a las 00:29h | Ciudadanos
En mi agenda vital no tengo cita con Dios, quizás porqué amo mis dudas y mis
miedos, pero en casa montamos un magnífico pesebre. Y, por supuesto, mis hijos,
educados en una escuela laica, enraizada en la tradición del gran pedagogo Pere
Vergés, conocen el simbolismo católico. Cantan villancicos, se divierten preparando
los Pastorets, y saben que Montserrat es, para una mayoría de los catalanes, una
montaña de intenso contenido sacro. La nadala del Rabadà, cantada por los niños,
es un momento álgido de nuestra Navidad familiar, que celebramos con dedicación.
Nuestro comedor de casa convive, pues, en sana armonía entre una educación
laica y una tradición católica, lo que somos y de donde venimos, y en la suma de la
identidad milenaria que nos acoge, y los valores modernos que nos atañen, está la
ecuación que nos define: laicos de cultura católica. Por supuesto, forma parte de
esos valores respetar otras religiones y culturas. Pero hay una enorme diferencia
entre dejarse seducir por mundos nuevos, y no saber de qué mundo venimos. Y si
Catalunya tiene mil años, su tradición católica los acompaña.
Todo esto que he escrito no parece suficiente
para algunos comisarios de la tontuna
políticamente correcta. La nueva religión,
impuesta a golpes de una alarmante
empanada ideológica, quiere borrar de un
plumazo la tradición de siglos e imponer un
libro de estilo, cuyos parámetros no son ni
históricos, ni identitarios, sino estrictamente
ideológicos. Tenemos que ser multiculturales
por decreto, no fuera caso que millones de
personas vinculadas a una historia de siglos molestaran a los ciudadanos que
vienen de fuera. ¿Que somos culturalmente católicos? Pues a borrarlo del mapa,
para ser un poco musulmanes, judíos, budistas o seguidores de la bruja Lola y así,
no siendo nada, somos de todo el mundo. La Arcadia feliz, en versión pijoprogre. O
lo que es lo mismo, la desnaturalización de una cultura, por la vía de la imposición
política. El último ejemplo de esta tendencia a capar nuestra identidad cultural lo ha
protagonizado el Consell Escolar de Catalunya, que acaba de aprobar una
propuesta para cambiar el nombre de las vacaciones de Semana Santa y Navidad,
por las de invierno y primavera. Para ir haciendo boca, algunas escuelas públicas
ya han eliminado los pesebres y Els pastorets, y no sé si hacen el Ramadán para
acabar de ser solidarios. En fin, he escrito a menudo que me preocupa el
relativismo ético de nuestra sociedad. Y así es. Pero no sé si me preocupa aún más
la tontuna ideológica. Porque entre los que "tanto me da", y los que me da tanto,
que saco las tijeras, capo la cultura de siglos e impongo un paternalismo estúpido,
vamos mal por ambos lados. Del tantsemfotisme, al pijoprogresismo, la pregunta es
quién resulta más peligroso para una sociedad. Y la respuesta es fácil: ambos son
igual de letales.

FELIZ NAVIDAD


Esta noche hacemos una tregua de amor en el camino de nuestras luchas y de nuestros afanes; y sólo pensamos en las cosas buenas y bellas que nos ha regalado la vida en el año que se acaba hundiéndose ya como un cometa en el horizonte de la eternidad, dejándonos una estela de recuerdos en el alma...
No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron ser ni sentirse hermanos de sus explotados y ninguna oligarquía pudo darse con ningún pueblo el abrazo sincero de la fraternidad...
Y por fin, yo me permito reunir simbólicamente la copa con que brinda cada uno de ustedes con mi propia copa, que contiene la misma sidra humilde, con la misma sencillez de nuestro corazón. Levanto al cielo con ella los deseos, los sueños y las esperanzas de todos, para que en esta noche prodigiosa el amor infinito los toque con la vara de sus milagros y los convierta en realidad."
Eva Perón
Argentina...

sábado, 19 de diciembre de 2009

LEVANTAR, NO SOSTENER


Levantar, no sostener


Lo de la Economía Sostenible de Zapatero es como el viejo grito de Viva España








Permítanme que presuponga que escribo para gente de cierta cultura, aunque sólo sea porque así suelen ser los que leen los periódicos. Si me excedo al partir de semejante premisa, les ruego de antemano disculpas.


Lo he pensado un poco y creo que la tan cacareada Economía Sostenible, como concepto, tiene el mismo fallo que el viejo grito de Viva España como eslogan o como exclamación patriótica.


Tradicionalmente, hasta los años treinta, se gritaba Viva España al final de los mítines, tanto conservadores como socialistas. Todos querían que viviera España, pero llegó un personaje, José Antonio Primo de Rivera, hijo del general Miguel Primo y fundador de la Falange, que dijo que semejante frase era intolerable.


La Falange de José Antonio no era exactamente, por aquel entonces, el partido fascista y reaccionario que conocimos luego a través de Franco y su Movimiento (otro concepto genial, porque el Movimiento consistía justamente en evitar que se moviera nadie). La Falange original, antes de su secuestro, era más bien otra cosa mucho más compleja de explicar, con su toque católico, sindical, y hasta sentimentaloide, pero eso no hace al caso para lo que iba a contarles hoy.


El caso, y a eso iba, es que José Antonio decía que gritar Viva España era de cobardes y mentecatos, porque para vivir España como estaba viviendo, zarrapastrosa, miserable y arrastrada era mejor que se muriese de una puñetera vez. Por eso pidió a todos los suyos que en vez de Viva España gritasen Arriba España. El desastre en que acabó aquello lo conocemos de sobra, pero echarle la culpa a él es como echarle a Jesucristo la culpa de la Inquisición, que se formó en su nombre, pero sin que nadie pudiese pedirle opinión.


Ahora, con la Economía Sostenible, me parece a mí que nos pasa otro tanto, pero no hay quien lo diga.


No tenemos ni siquiera a un alucinado, a un revolucionario o a un reaccionario con dos neuronas (o dos huevos) para decirlo claramente y de una vez.


¿Sostener el qué?


¿Una administración monstruosa, ineficiente y multiplicada por diecisiete? ¿Un sistema de contratas basado en que unos cobran, los contratistas, y otros curran, los subcontratistas? ¿Una economía asentada sobre el endeudamiento, sin capacidad competitiva ni de generar empleo? ¿Una economía que no logra jamás ofrecer ocupación a la población ni mantener un nivel social digno sin recurrir a la caridad, el subsidio y la propina? ¿Una economía con la energía cara, en manos de multinacionales y oligopolios malamente compatibles con la utilidad pública? Prefiero no seguir.


Lo que tengo muy claro es que en España no hay que sostener la economía. Hay que crearla y levantarla.


Hay que dar trabajo a la población. Hay que permitir crear riqueza al que la quiera crear y vivir de su trabajo al que quiera trabajar.


Sólo es eso. Así de sencillo. Sostener este cadáver, ¡que lo sostenga su padre!


JAVIER PEREZ

jueves, 17 de diciembre de 2009

lunes, 14 de diciembre de 2009

PANDILLA DE CABR...

" ASÍ ÉS LA VIDA "

LA RAZA CATALANA


"La raza catalana". Una entrevista

Por Pedro Martínez Priede

Lunes, 14 de diciembre de 2009

Francisco Caja presenta su nuevo libro "La raza catalana" y Luis del Pino le hace una entrevista muy interesante.

Sostiene el señor Caja que Sabino Arana, el mayor cretino que produjo el País Vasco en toda su historia, concibió su ideología racista durante los cuatro años que vivió en Barcelona. Según Caja el racismo propio del nacionalismo catalán precede al vasco en muchos años y se mantiene hasta el final de la segunda guerra mundial. Todavía en el año 37, en plena guerra civil, el señor Bosh Gimpera, un prehistoriador de reconocido prestigio, aseguraba ante Azaña y Negrín que la guerra civil era una guerra de razas, olvidándose, claro, de que poco tiempo atrás el 75% del negocio del tráfico de esclavos realizado por españoles había estado en manos de catalanes y vascos. Creo que Caja acierta cuando dice que el viejo sueño del nacionalismo catalán no está en la independencia sino en dominar España, económica y políticamente. Habla también de los orígenes fascistas y racistas de ERC. Curiosamente en el año 31 un grupo de ERC denuncia a Companys por no rotular en catalán el cartel de su despacho.

Sin embargo creo que hay una enorme confusión en la tesis de Francisco Caja, tal es así que sin él pretenderlo atenúa el racismo nazi cuando cita una conversación de Hitler con Bormann en la que el Fuhrer sostiene que no hay una raza biológica judía, sino que lo judío es un espíritu, una voluntad incompatible con las necesidades políticas e históricas de Alemania. Lo judío es "una raza mental antes que cualquier otra cosa", dice Caja comentando las palabras de Hitler.

En este caso el señor Caja atribuye a Hitler un 'racismo' similar al que todos tenemos frente al islam, donde la biología no pinta nada, y eso, no sé si caerá en la cuenta Francisco Caja, puede convertirlo a él en algo peligroso a los ojos de la policía progresista.

Y es que cada día que pasa crece el número de revisionistas que sostienen que el odio al judío fomentado por la propaganda nazi no era más que una forma de manipular a las masas para apartar a los judíos y a todo aquel que se mostrara reacio a la hora de asimilar el europeísmo pangermanista del nacionalsocialismo. Hitler despreciaba la capacidad crítica de las masas y las usaba para sus fines políticos; y en esto Hitler era igual a todos los políticos, lo único que lo diferenciaba de los demás era el fin pretendido y la falta de escrúpulos a la hora de manipular. Por eso acierta Rauschning cuando dice (citado por Carmen Grimau):

"Hermann Rauschning es absolutamente clarificador: en "Hitler me dijo" recoge las impresiones que le produjo el futuro Führer antes del año 33: "Hitler no tiene doctrina; tiene pasión y designios, lo cual es muy distinto. (…) La masa no posee más que un aparato intelectual y sensorial muy simple. Todo cuanto no acierta a catalogar la llena de desasosiego" (v. la edición española fechada en 1941, p. 184).

Y añade Grimau:

"El culto al odio salió sin frenos. Lo inenarrable salió por boca de hombres cultos como Brasillach, Drieu la Rochelle o Rebatet. Pero en política, y eso es válido para todos los tiempos, sólo se dice aquello que ha sido ya interiorizado y asumido."

Sin embargo eso no era incoveniente para que Milch, judío, fuera la mano derecha de Goering, ni que Heydrich, mano derecha de Himmler, fuera cuarterón, con una abuela judía, ni que 60.000 judíos y 90.000 cuarterones formaran parte de la Wehrmacht. (El documental está rodado casi íntegramente en Israel. Cinco capítulos).

Lo importante era apartar a todo aquel que no encajara en la nueva Alemania imperial, y si para ello los nazis tenían que comparar a los judíos con las ratas, se hacía (a menor escala, pero con el mismo fin, Felipe González puso a los líderes del PP simultaneando sus caras -deformadas- con varios doberman ladrando, la diferencia estuvo en que no insistió con el vídeo durante años, pero el contenido era similar).

Ratas que sin embargo combatían en primera línea del frente. Es decir: racismo, sí; el que la masa -siempre necia, en Alemania y en cualquier parte- necesita para moverse, pero no más. Si los judíos sobran en Europa no será en virtud de su raza sino de su espíritu, incompatible con el espíritu alemán.

Ojo, porque tenemos el islam dentro y esta estrategia puede repetirse, esta vez contra lo musulmán, contra el espíritu musulmán. Y no sería la primera vez.

Cae el señor Caja en la manipulación actual, donde los términos fascista o racista se usan fuera del significado político y solo como adjetivo calificativo, y creo que eso se debe a que el señor Caja no percibe que la voluntad de afirmación de un pueblo, sea catalán o alemán, usa cualquier argumento para afirmarse. Cuando tocó usar la raza (biológica) con fines propagandísticos, se hizo, pero una vez caído ese mito se sustituyó por el mito de la cultura, siendo la lengua el principal rasgo diferencial dentro de cada cultura concreta.

Hay que reconocer que ese mito, el de la cultura, no resulta tan dañino como el de la raza, puesto que la condición genética de cada uno es irreversible, no así la procedencia cultural, por tanto es un sinsentido hablar de racismo mental (como si el racismo pudiera darse al margen de la mente) ni de un racismo lingüístico; hay, eso sí, segregación y marginación, que pueden ser por motivo racial o por cualquier otra causa, por ejemplo lingüística o cultural. Pero conviene no confundir, puesto que si es cierto que todo racismo conlleva segregación y marginación eso no quiere decir que toda segregación se realice por motivos raciales. En resumen: que como el término raza puede tener muchas acepciones conviene ser más riguroso a la hora de fijar el significado de la palabra, precisamente para no dar pie a equívocos tales como los que se están produciendo hoy en día, donde por criticar el islam o el nacionalismo vasco o el feminismo te llaman racista. Por eso el señor Caja se equivoca cuando dice, curiosamente como diría Hitler, que "no hay que tener un concepto estrecho, restringido, del término raza", porque justamente esa 'amplitud', ese ensanchamiento, produce que cualquiera que se enfrente a quienes imponen la terminología dominante sea inmediatamente descalificado por parte de esos ideólogos, que usan los términos como banderas y con fines denigrantes para quienes no se cobijan bajo su estandarte. Como por cierto hacían los nazis y tantos otros.

Por eso mismo el señor Caja se contradice cuando afirma que fue con Pujol cuando se produjo el tránsito del mito de la raza al mito de la lengua, puesto que si la raza tiene tantas acepciones no sé por qué razón Pujol realiza el tránsito, cuando resulta que según el señor Caja tanto racismo existe en la discriminación lingüística como en la biológica.

Francisco Caja se corregiría muy fácil si dijese que al separatismo catalán le sirve cualquier concepto con tal de que este marque diferencias con quienes no son catalanes, sean la raza, la lengua o el folclore, conceptos que a lo largo del tiempo se sustituyen unos a otros en la escala de valores de la ideología nacionalista. Además Luis del Pino corrobora la equívoca tesis de Caja cuando dice que lo importante no está en conocer el significado de las palabras sino saber quién las impone. Eso es un error, porque lo justo sería decir: "lo importante es saber lo que significan las palabras para saber de qué te acusan, lo cual demostraría la inmensa ignorancia y la bastarda intención de quienes las usan".

Y es que uno de los grandes problemas que hoy padecemos consiste precisamente en la corrupción de los conceptos que la ideología dominante ha impuesto: paz, talante, diálogo, consenso... Son términos que hay que recuperar con su verdadero significado precisamente para mostrar como mentirosos o ignorantes a quienes usan y abusan de ellos.

Y hay un nuevo error, no solo de Caja sino que está muy extendido, que consiste en acusar a Pujol de racista, o 'racialismo' (concepto que parece que le gusta al autor y que es ridículo) cuando en el año 58 publicó un libro asegurando que el gran problema de Cataluña estaba en la inmigración. Es curioso que se acuse a Pujol de racista al mismo tiempo que estamos hablando de la desintegración de Europa precisamente por el mismo problema, por negarse un elevado porcentaje de inmigrantes a la asimilación del país de recepción y a la vez acentuar su afirmación en su cultura de origen.

Bajo el punto de vista étnico el señor Pujol tenía y tiene razón, pues la lengua catalana podía desaparecer si esa inmigración no se integraba en lo catalán; asunto diferente es lo que el señor Pujol entiende por 'identidad' catalana, que no se limita al ámbito lingüístico sino que tiene muchísima más extensión. La lengua, como en otros tiempos la raza, cumple la función de juntar a los propios y combatir a los enemigos, pero el que cumplan la misma función no quiere decir que sean lo mismo.

El nacionalismo catalán es un problema grave para España no por el hecho lingüístico (qué tendrán que ver los privilegios que los nacionalistas buscan a través de Estatut, similares a los del Estatuto de Guernica, con la lengua, que ya está más que reforzada) sino por la discriminación y el abuso al que se somete no solo a los castellano-parlantes catalanes sino a todos los que ni somos catalanes ni residimos allí). Por tanto no se puede decir, como insiste Caja, que Pujol sea racista, al menos en lo que se refiere a su actividad pública. Esa es una conclusión errónea del señor Caja producida justamente por las premisas confusas y erróneas de las que parte y que antes señalé.

El señor Pujol es separatista, con raza o sin raza, con lengua vernácula o sin ella, y por eso al nacionalismo no hay que denunciarlo solo por la discriminación a la que somete a los castellano parlantes sino por la falsificación total y absoluta de la historia de España y de Cataluña, que es bastante más grave que la cuestión lingüística.

Han sido y son el progresismo docente y el izquierdismo quienes están desmantelando la unidad de España, en unos casos con lengua vernácula y en otros sin ella. Jamás los separatistas hubiesen llegado a nada si no hubiesen contado con la colaboración de la izquierda 'española' y de una derecha romanona. Jamás.

Por tanto el mérito de ese libro de Francisco Caja parece estar en el estudio de la génesis racista originaria del nacionalismo catalán y que luego tomó Sabino Arana, pero en ningún caso cabe hablar hoy de racismo catalanista teniendo al frente de la Generalidad a un cordobés separatista. Eso es descomponer el concepto de racismo con un fin ideológico que además resulta de muy corto vuelo puesto que cualquiera lo refuta con solo mirar a la actual clase política catalana.

La entrevista:

http://fonoteca.esradio.fm/c.php?op=player&id=4089

Comentarios

NOS MATAIS DE HAMBRE


LA TIERRA PROPORCIONA RECURSOS SUFICIENTES PARA LAS NECESIDADES DE TODOS, PERO NO PARA LA CODICIA DE MUCHOS. LOS HAMBRIENTOS DE LA TIERRA CLAVAN SUS OJOS EN NUESTRA CONCIENCIA Y NOS DICEN: ¡¡¡ NOS MATÁIS DE HAMBRE !!!
MAHATMA GHANDI

sábado, 12 de diciembre de 2009

SOMOS MUCHOS LOS QUE CREEMOS EN LA VERDAD



Nacemos porque
somos muchos

SOMOS MUCHOS los desencantados de ver a la clase política afianzarse en sus cargos y no ofrecer soluciones reales.
SOMOS MUCHOS los que nos sentimos frustrados por no poder participar en el modelo de sociedad que dejaremos a nuestros hijos
SOMOS MUCHOS los aburridos de escuchar mentiras, montajes, promesas, filigranas verbales y toda suerte de argumentos cuyo único objetivo es engañar al votante o subir puntos en las encuestas.
SOMOS MUCHOS los que deseamos que se acabe con el terrorismo sin más juego político.
SOMOS MUCHOS los que queremos que se aplique la Ley y si ésta no sirve modifiquémosla.
SOMOS MUCHOS los que creemos que se puede construir una Europa más justa desde la realidad que representa la unidad de España. Una realidad que se extiende más allá de nuestra fronteras históricas, en el Mediterráneo, en el mundo Árabe, en Hispanoamérica.
SOMOS MUCHOS los que aborrecemos que se resuelvan los problemas de infraestructura sólo por interés partidista o empresarial y no en pos de una sociedad más justa y equilibrada: el agua, la telecomunicaciones, la red viaria, el suministro eléctrico, no son armas arrojadizas en manos de los profesionales de la política, son tareas a realizar , son necesidades de los ciudadanos.
SOMOS MUCHOS los que sentimos vergüenza ante las injusticias que se han edificado en nuestro entorno: beneficios de la banca frente a la quiebra de cientos de PYMES, fichajes millonarios frente al aumento de la pobreza y la proliferación de los sin techo, stock options frente al despido libre, el resplandecer de Marbella frente a la imposibilidad de vivir de un trabajo digno en Barbate, aumento del gasto militar y policial frente al aumento de la inseguridad. Se protegen a ellos mismos.
SOMOS MUCHOS los cansados de escuchar excusas vanas.
SOMOS MUCHOS los que queremos respeto a unos derechos fundamentales: la Libertad, la vivienda digna, el trabajo, la educación.
SOMOS MUCHOS los que sentimos que conceptos como solidaridad, vida en comunidad, justicia, no son sólo palabras, no son los fuegos artificiales que adornan mítines electorales o movimientos convenientemente manipulados desde el poder.
SOMOS MUCHOS los que queremos respeto por las ideas y no sumarnos a las filas idiotizadas del pensamiento único.
SOMOS MUCHOS los que creemos que se puede reformar la Constitución a la búsqueda de un modelo de participación real y directo.
SOMOS MUCHOS los que necesitamos que se hable claro y sincero. Sobre la inmigración, la homosexualidad, la familia, la investigación genética, el control de la información, la globalización...
SOMOS MUCHOS los que confiamos en la frescura de la juventud fluyendo en perfecta armonía con la experiencia de nuestros mayores y SOMOS MUCHOS los que necesitamos que se construya ese modelo de sociedad alejado de tópicos, de parches, de decretos y antidecretos.
SOMOS MUCHOS los que apostamos por la sinceridad y la honradez política.
SOMOS MUCHOS al otro lado. SOMOS MUCHOS esperando.

¿Y qué hacemos hoy aquí?. NOSOTROS, algunos de esos muchos nos atrevemos a dar respuestas, a trabajar para que se produzca el gran giro que muchos ansían, algunos lo llamarán revolución, otros cambio de modelo. Nos da igual. Sabemos de donde partimos: “el hombre como portador de valores eternos”, sabemos donde queremos llegar: “una sociedad más justa y participativa” y en el camino vamos a hablar alto y claro, vamos a aunar esfuerzos, vamos a ofrecer soluciones frente a retórica.

Queremos que nos conozcan, queremos ser conciencia crítica y herramienta creadora.

SOMOS MUCHOS y ahora, existe un lugar común, un punto de encuentro, una línea de salida: Falange Auténtica.

EL DESEMPLEO PREOCUPA MÁS A LOS CATALANES QUE EL INDEPENDENTISMO


Según Centre d’Estudis d’Opinió [Centro de Estudios de Opinión], organismo dependiente de la Generalidad catalana, en su úlimo «Baròmetre d’Opinió Política», publicado el pasado 4 de dieciembre, ante la pregunta de cúales creen los encuestados que debería ser la relación entre Cataluña y el resto de España, el 36,9% opinan que debe ser «una comunidad autónoma de España», el 29,9% un «estado dentro de una España federal», y sólo el 21,6% un «estado independiente».
Sin embargo, y a pesar del ruido separatista, las «relaciones Cataluña-España» sólo es preocupación prioritaria en un 6,8% de la población catalana, a enorme distancia del paro y la precariedad laboral [58,6%], la insatisfacción con la política [37,9%], el funcionamiento de la economía [23,3], la inmigación [14,5%] y la inseguridad ciudadana [13,8%].
Sobre la salud de la política catalana, en concreto, para el 40% de los encuestados es mala; el 20,2% muy mala, el 14,6% ni buena ni mala, y sólo para el 0,8% es muy buena, y para el 12,4% simplemente buena.
Página electrónica del Centre d’Estudis d’Opinió [ceo.gencat.cat].